La información que me entra por los ojos es la que más me ayuda a entender y a razonar, pero creo la música me ayuda mucho más a sentir y emocionarme. Y hay otro sentido que tiene mucha más fuerza para evocar: el olfato.
Hay algunos olores, unos pocos, que son capaces de evocar en mí recuerdos y emociones vividas, con mayor efectividad y velocidad que lo podría hacer una imagen o una canción. Y como no somos capaces de almacenar y reproducir fácilmente los olores, a mi me parece algo mágico.
El olor que, de forma automática, revoluciona mi cerebro es el olor a jazmines.
Cuando era un niño pasábamos los veranos en Córdoba, la tierra de mi padre. Nos alojábamos en casa de mis tíos y pasábamos algunos días en Alcolea. En esa casa me sentía feliz. Me sentía muy querido. Por las noches, en alguna ocasión, iba a buscar jazmines con mi tío Pepe porque a mi abuela le encantaba su olor. Y se me ha quedado grabado.
El olor a jazmines me hace pensar en mi tío, en sus bromas, su bigote, su sonrisa, la piscina, el calor, los higos chumbos, mis primas, las bromas por la noche, mirar las estrellas charlando estirado en una hamaca, cuidar a un perro herido, la risita de mi abuela, los flamenquines, una excursión improvisada...
Un olor, mil recuerdos, sentimientos y emociones.
Y hoy, que mi tío nos ha dejado, ese olor me ayuda a pensar en él.
Un beso, tito.